Mi pequeño contacto con el arte: pintores, escritores, poetas, escultores, músicos...; famosos, anónimos...; y lo que me aflore, cuando me aflore y como me aflore.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Ignacio Semmelweis "El Salvador de las Madres".

De origén húngaro nació el 18 de julio de 1818. Fué un médico obstetra que descubrió que las muertes de las mujeres después de dar a luz (como consecuencia de la fiebre puerperal), podía evitarse con el simple gesto de que los médicos obstetras que las atendían en los partos, se lavasen antes las manos, con una solución de cal clorurada.  Sus colegas lo tomaron por loco y lo difamaron y denigraron.  Falleció en un asilo a la edad de 47 años, víctima de la misma enfermedad  de  la que tantas parturientas habían fallecido, septicemia.  Poco después de su muerte Pasteur descubriría los microbios.


Ignacio Semmelweis cursó sus estudios de medicina en el Hospital General de Viena bajo la tutela de tres ilustres médicos austriacos de la época.  Se licenció en medicina en el año 1844 y dos años después, con 28 años, obtuvo el doctorado en obstetricia.  Es entonces cuando empieza a trabajar  en una de las Maternidades del Hospicio General de Viena, algo que acabará marcando su vida.
En dicho hospicio había 2 alas de maternidad, la de los ricos y la de los pobres.  La de los ricos era atendida por médicos obstetras y estudiantes de medicina. La de los pobres por comadroras que no pertenecían al hospital ni poseían ninguna titulación oficial, es decir, mujeres que estaban familiarizadas con los partos, que se habían pasado sus conocimientos de unas a otras, de abuelas a madres, de madres a hijas... y les gustaba ayudar a otras madres a traer sus hijos al mundo.  En la de los ricos un 96% de las parturientas morian días despues de dar a luz, víctimas de fiebres altas e hinchazón del vientre, mientás que en la de los pobres el numero de fallecimientos no alcanzaba el 20 %.  Motivo por el cual el joven Semmelweis empezó a observar el funcionamiento de una sala y otra.  Descubrió que los obstetras y estudiantes de medicina manipulaban y disepcionaban cádaveres en sus clases académicas y directamente después pasaban a atender un parto, sin haberse lavado lavado las manos, por lo que llego a la conclusión, de que los tejidos de esos cadaveres emanaban algún tipo de materia putrefacta y que los mismos médicos la transportaban en el parto a las parturientas.
Los médicos ya consagrados se negaron a aceptar la teoría de ese joven médico sin experiencia y con su carrera recien obtenida.  Semmelweis se obsesionó en proclamar y extender su teoría no pudiendo soportar el horror que se vivía diariamente, inclusó llegó a colocar carteles por todo Viena, avisando a las mujeres embarazadas de los peligros que tenía acudir a un hospital para dar a luz.  Por todo esto fué despedido del hospital y tratado por la mayoría de sus colegas como un pirado y un apestado.  Acaba sufriendo alucinaciones y finalmente es internado en un asilo.
A los 47 años, parece mejorado y es dado de alta.  Sin embargo aprovecha este momento para entrar en el pabellón de anatomía y tras abrir un cadaver con un bisturí, se realiza a si mismo una incisión en el brazo con ese mismo bisturí.  Semanas después Ignacio Semmelweis fallece aquejado de los mismos síntomas que los de las muchas mujeres que vió morir.



"No puedo dormir ya. El desesperante sonido de la campanilla que precede al sacerdote portador del viático, ha penetrado para siempre en la paz de mi alma. Todos los horrores, de los que diariamente soy impotente testigo, me hacen la vida imposible. No puedo permanecer en la situación actual, donde todo es oscuro, donde lo único categórico es el número de muertos”. Semmelweis

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu participación.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Gracias Lina, como tú dijiste, he tenido una "EPIFANÍA", y tú has sido mi manera de llegar a ella.

Y llegó el primer día de clase, y allí estaba ella, Lina Vila, mi profesora. Y allí estaba también Frida Kahlo, en sus explicaciones, en sus diapositivas, en el aire, en mi sangre y en mi corazón. Me sentí envuelta hasta la médula con aquella pintora extraordinaria, con su dolor, con su amor, con su fuerza, con su garra, con su obra. La voz de Lina era como el susurro de una dulce melodía, yo solo podía dejarme llevar.